sábado, 20 de diciembre de 2014

Purificación.

¿Qué es purificarse?
Matarse
meterse un dedo en el orto
y después dos
quedarse sin aire
todo borracho
dormirse fumando
irse prendiendo fuego despacio
salir humo por la ventana del fondo
condensarse grasa en los lentes de un niño
mimar al gato con otras manos
roer los muebles y las paredes
ir por la calle asustando gente
tocando los árboles y los carteles
pero aún siendo torpe en el fondo
pegarle a algo con un codo de fuego
romperlo
irse derritiendo
y cuando caiga el agua encima
desde la manguera como diarrea cristalina
bailar el soul crocante con las rodillas
ponerse distinto
vestirse de pino
meterse duro como una pija en el barro
y también despacio
matarlo.

martes, 4 de noviembre de 2014

Estaba mirando la huella de mierda de gato que dejé en el suelo, y entendí que ese edificio tenía más de cien años.

¿Esto ya existe por 50 años más?
¿Este edificio es -en realidad-
Tanto más trascendente
Que mi dentadura completa?

¿Qué voy a ser yo mañana?
El año pasado
Me van a ver levantando
Un muro de mierda muy alto...
El mes que viene podría ser el negro.

Ahora esa mujer nueva ya no me soporta.
Y hoy hablar de la vejez
ya es como de amanecer drogados
-muy duros,
a las 11 de la mañana,
diciendo que te amo-.

¿A dónde iba esta carne
En una hora?
No, ningún mes viene,
Vengo de 1967
y no pienso desayunar este martes.

Lo que sí pienso
Es conseguirme un homicidio.
Lograrlo como un listón,
La última medalla,
Otra medalla.

Y pienso mucho en cogerte mucho
Pienso en que me pegues fuerte
Una sola piña en la boca
Y me entierres la verga que soñaste.

Por lo pronto
En un par de semanas
Espero comer otro kilo de tierra
Respirando el aire frío
Que se junta de noche
Entre la cama y el piso.

Pero hoy estoy borracho con estos amigos.
No adivino a dónde van
-Ahora-
Todos estos pies atados con cables.
Quién los llamará,
Serán otra vez guturales
de vagina joven.

Y me quedo eterno mirando al gato
Que se come a pedazos
Un ratón gris bonito,
Y después un pájaro.

Sigo sin adivinar, asustado,
Quién invitará el semen.
A dónde tendríamos que ir.
Por qué tan rápido.

Pero si nunca estamos peinados,
Es porque la muerte
nos viene a coger dormidos.

martes, 7 de octubre de 2014

Tener sueño.

Me voy a comer todas las lapiceras de la casa,
para hacer piso, antes de comerme
-con asco- al perro.

La ropa
va a ser la parte más fácil,
saboreando los sobacos y fundillos duros.

Lo más difícil va a ser la alfombra
-no voy comer del cuarto de mi abuela-
y la aspiradora, que voy a comer tomando,
para bajar la tierra, agua del balde
en el que caen las gotas de la pileta rota.

No pienso comer papel,
se pueden llevar los libros, las fotos familiares,
las fotocopias, las revistas, los folletos de la intendencia,
las montañas de listas de las elecciones pasadas.

Bueno, y voy a tener que hervir
todos los repasadores y manteles.
Las ollas, sartenes, cubiertos y herramientas
las voy a mezclar a discreción
con los almohadones, las sábanas, frazadas y acolchados,
para darles un poco de textura.

Los muebles me van a costar mucho,
pero pasan
-como las maderitas del parqué con pelusa y todo-
con un poco de shampoo y tiempo para masticar.

De postre los discos, los casetes, los vinilos,
los electrodomésticos
-sacando las pilas para comerlas al final-
el bajo, las cámaras de mi bisabuelo,
las bicicletas, todas las monedas de otros países,
los gorros que nunca usé,
y las latas de galletitas danesas.

Título grandilocuente.

Porque en última instancia
la voluntad nada
-el dolor de muelas-
y los actos son dados
y llega despacio, estúpida
la sospecha cotidiana
-mañanera, el pelo duro-
de que somos inmortales todavía
de que los días son iguales
como los señores
que la vida esto con el semen
que la muerte aquello con el vodka
que la salud nada otra vez
que el tiempo esto nunca más
el bien que no sé qué tampoco
y que el amor esto otro...
-silencio programado y obsceno-
...
por culpa de ella o de ninguno
el pasado siempre cambia
y aún la belleza nada
y todo es como la vaca
la del tumor enorme en la ubre
que pasta al lado de un barco abandonado
sobre un trailer en un baldío
pudriéndose cerca de mi casa
-al sol que brilla ordinario-
a 10 kilómetros de la costa
acá que nadie nada.

Que me mate.

No hubo algo tan poético
Como insultar a la mujer
Que amo, con locura,
Desde hace un año.

Insultar con la vileza
De la ropa de pana beige,
Muy gastada
Y lavada ya 347 veces,15 años,

(Como hace la gente que mezcla mal decencia y pobreza).

Que se me resbalara
De los dedos
Todo ese afecto malvado
Fue un accidente
Tallado muy despacio
(Mugriento y a escondidas)
Por 7 semanas.

Y así quiero que me mate
Ese gigante abandono:
En la intersección
De la herida locura
Y el cariño profano.

lunes, 23 de junio de 2014

Del cine solo.

Las montañas se forman con asco en las rodillas,
en la espalda.
Camino, paseo al sol, voy solo al cine,
y no me puedo mover.
La luz del día, la gente en el centro:
son un sueño febril, un delirio caliente.
Y más tarde, cuando levanto la vista y cayó noche:
la vida es clara, hay una cierta luz.
Igual algo se lleva las cosas,
y el paralítico se queda,
mirando blando, con los ojos de masilla,
sacando molde a las cosas duras.
Preguntando al rincón oscuro del cuarto:
¿A dónde van las cosas de los suicidas?
¿dónde caga el gato abandonado?
¿cómo se reparten todos los zapatos sin cordones?
¿dónde están todos esos pedazos de cuerda?
¿Mejores amigos, familia, vecinos, oportunos inocentes,
ingenuos, carcamales?
¿Cómo nos atrapa la decidida muerte del idiota?

                                ***

Estuve sentado en la rambla por una hora entera,
llegué temprano al cine,
está lloviznando asquerosamente desde temprano,
no estoy realmente mojado,
las gotas de agua de juntan por miles en todo mi abrigo,
esperando vulgares algo que rompa la tensión superficial
y empaparme de un golpe todo.
Estuve mirando el suelo, sentado,
ni los autos caros, ni la gente rica,
bella, esbelta, temiéndome apurada,
ni los edificios altos, ni las mujeres con perrito a patear,
ni los hombres de traje y papeles en peligro por el agua,
ningún tránsito ni tempestad marítima,
ninguna horda adolescente de viernes temprano:
miré el suelo,
con las piernas extendidas, a veces, mirándome las manos,
distrayéndome con algún corredor.
Puedo formular el patrón de las baldosas aproximadamente
de 63 formas diferentes,
y no puede mirar al mar con tanto interés;
las manos no se congelaron como adiviné temprano,
y entré al cine, pero esta vez
la empleada de la boletaría
no me resultó conocida como aquella vez,
semanas me pregunté quién era,
no la reconocí de otro lugar,
esta vez no era absolutamente nadie.
Luego subir las escaleras,
descubrir las butacas en la oscuridad,
siempre me siento en los mismos lugares, análogos,
siempre camino de la misma manera,
esta ves hay chiquilinas, se levantan y se van en seguida,
y siempre el hijo de puta del envoltorio,
y siempre el ronquido suave al fondo,
esta vez el cine japones, me dormí más de media hora,
desde siempre -la película terminada,
yendo a mear-
me extraño de mi propio reflejo en el espejo del baño,
existen como seis formas alterada de la percepción de mí mismo,
un degradé entre negro y un gris bastante claro,
pero sin importar el cuadrillé de las camisas
ni la poca barba que me hace hombre serio,
los viejos siempre me miran demasiado fijo.

                                ***

Y llego otra vez al barrio de los que
al final
son ricos
me bajo antes de tiempo del ómnibus
mirando a la morocha demasiado flaca y demasiado en los ojos,
camino entre ellos porque me sobra el tiempo,
falta una hora para la película
y quiero que lo sepan.
Camino muy despacio con los pasos largos
-ocasionalmente elegantes- que me sobran,
miro a las excedentes muchachas muy fijo,
siempre a los ojos obscenamente,
miro al suelo y juego con mis labios -que también me sobran-
quiero que sepan que me sobra de todo;
pateo las piedritas y los pedazos grandes de baldosa,
casi cualquier cosa adelante de mis pies;
cruzo muy lento la calle,
-cuando puedo a mitad de cuadra-,
siempre por delante del exceso de autos,
entorpeciendo;
me sobra el asco,
y saben que me sobra el pelo cuando lo peino
-descuidado y con los dedos-
me sobra el abrigo abierto, las piernas fuertes,
me sobra toda la noche,
las manos que me sobran las dejo colgar
y dejo caer repetidamente al piso los pies que me sobran,
y apenas levanto una ceja y apenas los párpados.
Me sobran mucho ellos,
me sobra juventud y me sobran erecciones,
me sobra tanta gente que me rasco las nalgas
-a discreción- en cada semáforo rojo,
y, escondiendo la libreta de los otros,
escribo mierdas en la parada del sobrante 121.

miércoles, 28 de mayo de 2014

Las verdades fácticas son transitivas.

Comerse la droga y cagar niñas con tetas,
tirarlas al suelo, patearles la ingle.
Apoyar la barriga en la mesa fría,
manchas pegajosas de mugre en las manos,
pisar mierda y no saludar a los vecinos.
Putear, meter la mano espesa
-más adentro, y más fuerte-
que no duele, que debería.

Comerse las paredes
surgir a una pradera mansa y parda,
mansa como los hombres que duermen sobre ella,
como las putas que envejecen solas,
como los salvajes muertos.

Caer a la caverna,
más dolor que la última vez,
ahora surten mal efecto las patadas,
las rodillas contra el suelo más frío -durísimo-
las costillas golpeadas tiempo atrás.

No importa, ayer dolerá.
Escupir y meter la pija.
Delirar calientes las manos que aprietan la cara,
parten los dientes,
que arrancan la poca barba, los párpados.
Se comen despacio las cosas feas que guardo,
todas.
Se van el día que me habían avisado.

viernes, 9 de mayo de 2014

Con las costillas.

Con las costillas.
Primero en la cara, los ojos,
con el frío bajando a la espalda.
Después los dedos, todos los dedos.
Siempre, en seguida, los fantasmas,
como un enano furioso pateándome las pelotas.

Romper algo, sacarte las tripas,
sacarte el sabor de ese instante previo al quebrar,
ese dato último, esa pérdida ya más que dada...
y así doler.
Exterminarme. Temblar.
Burlar y matar con los otros.

Me alivio cuando siento el café bajando,
que sólo habiendo quemado la lengua se deja engullir,
dejando esa estela de cara fruncida.

Pensar en la carótida
corriendo del baño al ropero, otra vez,
a leer algo pesado,
a comerse un Onetti con gusto a sudor,
a jugar con las cosas viejas,
lamiendo la pared con decisión.

Me duele la pija cuando pienso en ellos,
porque yo soy la inclemencia:
soy tragarse los ladrillos,
caminar abajo del agua
y todas esas metáforas de mierda.

domingo, 9 de marzo de 2014

Un poco centrado.

Te extraño a las 8 de la mañana.
¿Qué hace que algo sea un pisapapeles?
Estoy celoso de tu primera orina de la mañana.
¿Puedo mudarme a tu hipófisis?
No sé dónde es que te estás despertando.
¿Por qué sé que ya estás despierta?
Me gustaría saber cómo carajo es que se envejece.
¿Qué pasa por mis nervios?
Me gustaría viajar en el tiempo y matar a Eva.
¿Por qué no?
Realmente estás despierta, en alguna parte.
¿Por qué lo sé?
Estoy en la parada frente al hospital Vilardebó.
¿Qué es ese olor?
Necesito un baño.
¿Por qué trabajan los mecánicos?
Me pican las nalgas y las rodillas.
¿Por qué me gusta volver a las 8 de la mañana?
Nunca pienso excusas.
¿Dónde estás?
Quiero dormir en tus tetas.
¿Qué estarías haciendo acá?
Tanto nihilismo que ni siquiera nihilista.
¿No puedo mejor matar a Eros?
De verdad, no entiendo los pisapapeles.
¿Qué puedo almorzar?
Necesito matar alguna cosa tuya.
Además, ¿a dónde vuelvo?
No hace frío.

lunes, 24 de febrero de 2014

Océano marrón.

Caminan, se desplazan
son impulsados por la pereza
se emborrachan y se masturban a las 8 de la mañana
la cocaína, y no pueden dormir
ellos, allá, con las manchas en las nalgas
y yo que preparo los cuchillos
que deseo el aroma y el fuego
comiendo lo mismo, siempre
lamiendo todavía los rincones de la caja
atesorando la mugre
malgastando una pobreza abundante y obesa
olfateando con cuidado
viendo de a ratos una porno que paridia el pesebre
comiendo con las manos
chupando una pija, qué sorpresa
siempre desoyendo mis buenas intuiciones
siempre apuñalando a las putas de mala manera
nunca soy yo el que debería estar disparando a la multitud
siempre es un mal día para querer cosas horribles
tengo dos omóplatos inútiles
la esperanza es una palabra cómica
una palabra con olor a la diarrea negra
esa que me da cuando me alimento sólo de café por 4 días
y ellos allá, gritando, los escucho toda la noche
son imbéciles
fantaseo todo el tiempo con asesinarlos
con violarlos
con comérmelos
me cagan a trompadas las ganas de cortarles las manos
las ganas de cagarles en el pecho
y me calmo, o me distraigo
nací a los 8 meses de gestación
gritando muy fuerte
sólo porque algún estúpido fue demasiado entusiasta
supongo que no tuve
la mejor vida intrauterina.

jueves, 13 de febrero de 2014

El gas

No sé en qué momento se abren los ojos
pero despierto, aparatoso, carne golpeando hierros
algo afuera tiene la fuerza suficiente
como para hacer que me ponga en dos pies
será una obligación, un deseo
u otra mujer que no,
será que me chantajean, me lo ordenan, me llaman y me lo prohíben
le muestro un cariño ambiguo a la mañana
que no es amigable, el invierno taladra
me pongo pantalones, muy a mi pesar
todo es plomo
agua, café, peinar
me cuelgo la cámara
y salgo al hielo en el tacto
a la mierda de ignotos caballos en el asfalto
el viento con humo, y el gas que nos quiere matar
¡el gas nos quiere matar! ¡a esta hora! ¡es un hijo de puta!
camino lento porque no quiero
y me miran los perros, me ladran, puteo, miro a los dueño
me soplo las manos caminando ruido de la escarcha
y me distraigo con el vapor
que dejo salir fantaseando muerte y que se escapa la psique
se me antojan paralelos la bruma y mi temperamento
que va más de mala gana que de cansancio
y me caigo al suelo
respiro cerca del hormigón el aire más limpio que encontré jamás
y me quedo.

martes, 21 de enero de 2014

Si fuera un señor con bigotes le diría por la calle a esa muchacha hacha hacha hacha...

Te llenaría de manteca ca ca ca ca
con los dedos dos dos dos
y te metería la cabeza de un golpe en mi culo culo culo culo
toda, entera era era era
ver hincharse la verga y sacudirse irse irse irse
hasta echar un chorro enorme de semen por la punta, unta unta unta
y romperte el cráneo con mi nalgas gas gas gas
como si fuera una nuez ez ez ez...

viernes, 10 de enero de 2014

Ida.

Me miró así. Así, como si exhumara niños feos sin el consentimiento de los tutores designados por el juez, ese, el segundo de atrás para adelante, el que salió duro del baño. Y me miran como si me masturbara entre el público del teatro, porque sólo me conmuevo cuando gritan. ¡No estoy tocando a las niñas dormidas! ¡no me mires así...! Te estoy mirando. Sí, otra vez empiezo pasado de intensidad, ya se me pasa. Mirame.
No parece mi culpa. Yo no lo mate, lo maté yo. Es el presente el que no se ha movido. Sigo ahí, en esa esquina, a esa hora, -con el tipo que apareció por la esquina, el que hizo como que miraba la vidriera, a oscuras, al lado de mi cara de homicidio, a media noche, sin sentido- sigo adivinando las preguntas ensayadas de tus respuestas ensayadas.
Te miro. Busco un retractarte, algún mecanismo, alguna palanca, un besar otra vez. No hay. Todo se va, todo se escurre y se deshidratan las manos que están al final de mis brazos, con ese aire fracturado, ese ardor frustrado.
Desgarro mis reptiles para enfriarme la cara, vuelan las escamas, pero -con permiso- me hundo en tu hombro. Mi cara es un cuchillo. Me disculpo. Hago una broma y algo más que se muere y se evapora. Otras cosas que se mueren con ese gesto en la cara del tipo que no es nada, que muere sin estar a la altura. Me desespero y me despeino con las dos manos. Meto repetidas veces mi mano un poco marrón en el pelo negro, ese, espeso que me se me amontona arriba de la cara, lo violento como nunca, como sabemos que no puedo hacer. Me toco la cara, te miro más fuerte. Hundo más la mano en mi pelo, dos, tres, ocho veces y lo cincho de bronca. No funciona. La cabeza tampoco, y se me escapa una porción de tiempo que guardaba para besarte.
Yo ya perdí la elegancia, ya me revuelco -aunque todavía despacio y con cuidado- en la dulce y esperable mierda. Pero vos no, a vos no te toca eso, no podría, así que corremos a que te vayas. No se apuran tus tacos rotos, ni mi carne, que ya va hecha tiras colgando de mis ojos. Como si todo fuera una escena berreta, pero por suerte, la calle céntrica y mojada de la media noche no nos mira pasar. Por suerte nos ignora el bar repleto. Me da vergüenza pasar al lado de los muertos que duermen en la calle. Y muy tarde me di cuenta de que la luna nos miraba impávida, estúpida. Llegando a la parada del ómnibus suplico, sintiéndome parásito y culpable, por alguna demora. Pero de todas formas te vas, que ya te habías ido, un poco, o que no, o del todo siempre, o que no sabemos dónde estabas.
Y vuelvo, dos cuadras arriba hasta Colonia, y una a la izquierda. Te miro otra vez, adivino siempre los diálogos, aunque no los memorice bien. Otra vez mi danza del perdido que parece programada, y que surge idéntica sin que yo intervenga. Otra vez morder de ojos y cara de aliento irse. Y te vas, una cuadra abajo hasta Mercedes, una a la derecha, otra abajo, y 8 metros a la izquierda.
Y no.

miércoles, 8 de enero de 2014

No vi la sangre.

No noté la sangre porque hablaba con ella
-en mi mente, claro-.
Ya no quiere hablarme así.
Me quiere otras cosas -adivino-.
No vi jamás el charco bordó
creciéndome como una fosa,
abajo de la espalda,
arriba de las baldosas.
Y veía sus pies pasar,
y los de ella también.
No vi la sangre porque la miraba mientras se cepillaba los dientes,
mientras se vestía con el pelo mojado
pegado a la cara
diciéndome que no la mirara,
sonriendo un momento a otro lado
y volviendo a mirarla.
No me vi la muerte porque la besaba
y la seguía por el pasillo,
la miraba desde la puerta de la cocina
saludando a los gatos.
No me vi sangrar porque todavía estaba un poco dormido
mirándola dormir un poco desnuda.
No vi la sangre nunca salir del pecho,
por los sobacos, enfriarse los pies
después las manos, empaparse la espalda,
hasta la nuca y apagarse en la frente.