martes, 7 de octubre de 2014

Tener sueño.

Me voy a comer todas las lapiceras de la casa,
para hacer piso, antes de comerme
-con asco- al perro.

La ropa
va a ser la parte más fácil,
saboreando los sobacos y fundillos duros.

Lo más difícil va a ser la alfombra
-no voy comer del cuarto de mi abuela-
y la aspiradora, que voy a comer tomando,
para bajar la tierra, agua del balde
en el que caen las gotas de la pileta rota.

No pienso comer papel,
se pueden llevar los libros, las fotos familiares,
las fotocopias, las revistas, los folletos de la intendencia,
las montañas de listas de las elecciones pasadas.

Bueno, y voy a tener que hervir
todos los repasadores y manteles.
Las ollas, sartenes, cubiertos y herramientas
las voy a mezclar a discreción
con los almohadones, las sábanas, frazadas y acolchados,
para darles un poco de textura.

Los muebles me van a costar mucho,
pero pasan
-como las maderitas del parqué con pelusa y todo-
con un poco de shampoo y tiempo para masticar.

De postre los discos, los casetes, los vinilos,
los electrodomésticos
-sacando las pilas para comerlas al final-
el bajo, las cámaras de mi bisabuelo,
las bicicletas, todas las monedas de otros países,
los gorros que nunca usé,
y las latas de galletitas danesas.

Título grandilocuente.

Porque en última instancia
la voluntad nada
-el dolor de muelas-
y los actos son dados
y llega despacio, estúpida
la sospecha cotidiana
-mañanera, el pelo duro-
de que somos inmortales todavía
de que los días son iguales
como los señores
que la vida esto con el semen
que la muerte aquello con el vodka
que la salud nada otra vez
que el tiempo esto nunca más
el bien que no sé qué tampoco
y que el amor esto otro...
-silencio programado y obsceno-
...
por culpa de ella o de ninguno
el pasado siempre cambia
y aún la belleza nada
y todo es como la vaca
la del tumor enorme en la ubre
que pasta al lado de un barco abandonado
sobre un trailer en un baldío
pudriéndose cerca de mi casa
-al sol que brilla ordinario-
a 10 kilómetros de la costa
acá que nadie nada.

Que me mate.

No hubo algo tan poético
Como insultar a la mujer
Que amo, con locura,
Desde hace un año.

Insultar con la vileza
De la ropa de pana beige,
Muy gastada
Y lavada ya 347 veces,15 años,

(Como hace la gente que mezcla mal decencia y pobreza).

Que se me resbalara
De los dedos
Todo ese afecto malvado
Fue un accidente
Tallado muy despacio
(Mugriento y a escondidas)
Por 7 semanas.

Y así quiero que me mate
Ese gigante abandono:
En la intersección
De la herida locura
Y el cariño profano.