lunes, 23 de junio de 2014

Del cine solo.

Las montañas se forman con asco en las rodillas,
en la espalda.
Camino, paseo al sol, voy solo al cine,
y no me puedo mover.
La luz del día, la gente en el centro:
son un sueño febril, un delirio caliente.
Y más tarde, cuando levanto la vista y cayó noche:
la vida es clara, hay una cierta luz.
Igual algo se lleva las cosas,
y el paralítico se queda,
mirando blando, con los ojos de masilla,
sacando molde a las cosas duras.
Preguntando al rincón oscuro del cuarto:
¿A dónde van las cosas de los suicidas?
¿dónde caga el gato abandonado?
¿cómo se reparten todos los zapatos sin cordones?
¿dónde están todos esos pedazos de cuerda?
¿Mejores amigos, familia, vecinos, oportunos inocentes,
ingenuos, carcamales?
¿Cómo nos atrapa la decidida muerte del idiota?

                                ***

Estuve sentado en la rambla por una hora entera,
llegué temprano al cine,
está lloviznando asquerosamente desde temprano,
no estoy realmente mojado,
las gotas de agua de juntan por miles en todo mi abrigo,
esperando vulgares algo que rompa la tensión superficial
y empaparme de un golpe todo.
Estuve mirando el suelo, sentado,
ni los autos caros, ni la gente rica,
bella, esbelta, temiéndome apurada,
ni los edificios altos, ni las mujeres con perrito a patear,
ni los hombres de traje y papeles en peligro por el agua,
ningún tránsito ni tempestad marítima,
ninguna horda adolescente de viernes temprano:
miré el suelo,
con las piernas extendidas, a veces, mirándome las manos,
distrayéndome con algún corredor.
Puedo formular el patrón de las baldosas aproximadamente
de 63 formas diferentes,
y no puede mirar al mar con tanto interés;
las manos no se congelaron como adiviné temprano,
y entré al cine, pero esta vez
la empleada de la boletaría
no me resultó conocida como aquella vez,
semanas me pregunté quién era,
no la reconocí de otro lugar,
esta vez no era absolutamente nadie.
Luego subir las escaleras,
descubrir las butacas en la oscuridad,
siempre me siento en los mismos lugares, análogos,
siempre camino de la misma manera,
esta ves hay chiquilinas, se levantan y se van en seguida,
y siempre el hijo de puta del envoltorio,
y siempre el ronquido suave al fondo,
esta vez el cine japones, me dormí más de media hora,
desde siempre -la película terminada,
yendo a mear-
me extraño de mi propio reflejo en el espejo del baño,
existen como seis formas alterada de la percepción de mí mismo,
un degradé entre negro y un gris bastante claro,
pero sin importar el cuadrillé de las camisas
ni la poca barba que me hace hombre serio,
los viejos siempre me miran demasiado fijo.

                                ***

Y llego otra vez al barrio de los que
al final
son ricos
me bajo antes de tiempo del ómnibus
mirando a la morocha demasiado flaca y demasiado en los ojos,
camino entre ellos porque me sobra el tiempo,
falta una hora para la película
y quiero que lo sepan.
Camino muy despacio con los pasos largos
-ocasionalmente elegantes- que me sobran,
miro a las excedentes muchachas muy fijo,
siempre a los ojos obscenamente,
miro al suelo y juego con mis labios -que también me sobran-
quiero que sepan que me sobra de todo;
pateo las piedritas y los pedazos grandes de baldosa,
casi cualquier cosa adelante de mis pies;
cruzo muy lento la calle,
-cuando puedo a mitad de cuadra-,
siempre por delante del exceso de autos,
entorpeciendo;
me sobra el asco,
y saben que me sobra el pelo cuando lo peino
-descuidado y con los dedos-
me sobra el abrigo abierto, las piernas fuertes,
me sobra toda la noche,
las manos que me sobran las dejo colgar
y dejo caer repetidamente al piso los pies que me sobran,
y apenas levanto una ceja y apenas los párpados.
Me sobran mucho ellos,
me sobra juventud y me sobran erecciones,
me sobra tanta gente que me rasco las nalgas
-a discreción- en cada semáforo rojo,
y, escondiendo la libreta de los otros,
escribo mierdas en la parada del sobrante 121.