lunes, 30 de abril de 2012

Chancro satírico.

Incendios proclamados en tu pabellón auricular
Raquitis husmeando elíptica tus costillas de cristal
Onanismo, meadas, cubículos
Narcóticos salpicando tu moral

Insomnes retazos del cadáver de anoche
Caminan por tu gesto los espasmos
Orbitas la muerte en cada paso
Occiso, desgarrado, histérico, en tu cráneo

Neblinas de licor obscurecido
Inertes se detienen en tu pecho tenue
Roncos gritos te van reblandeciendo

Infectados conductos laberínticos
Cicatrizan las mordidas del fetiche
Olvidando tus pasos hacia el poso.

domingo, 29 de abril de 2012

Yo, ego, je, ich, moi...

Andantes, en desfiles
caravanas de egos
egos con elefantiasis vibrando gelatinosos
egos salpicados de otros vómitos
egos volando, inflados
egos flacos, muertos de anonimato
egos violentos y egos vagos
egos macabros.

Egos atados a piedras
egos baratos
egos noctámbulos
egos mágicos
egos feos y mugrientos
egos cogitantes
egos plásticos
egos cósmicos, galácticos.

Egos en todas las ventanas
egos colgados de cornisas
egos en la mierda
egos subterráneos
egos capitanes y egos marineros
egos enraizados
egos coagulados
egos tormentosos
egos trepanados.

Egos escapando, mutilados
egos atornillados, sangrando
egos cóncavos, egos planos
egos triangulares
egos tribulantes
egos tripulando furtivos aeroplanos
egos encerrados bajo cascos
egos en pantanos
egos genocidas
egos platinados

Egos que se subliman
estériles egos
egos ácidos
egos raquíticos
egos malogrados
egos de fantasía
egos enterrados hasta el cuello
egos infecciosos
egos económicos
egos ultramarinos
egos alegóricos

Ondas expansivas
estallidos egocéntricos
egos calibre treinta y ocho
egos del mioceno
egos escarpados
egos cuneiformes
egos fugitivos
egos parisinos
egos mulatos
egos paranoides e invertebrados
egos a medio comer
egos tibios
egos como cocodrilos.

Egos de café matutino
egos solitarios
egos anarquistas
egos putrefactos
egos canonizados
egos que hacen aguas
egos inoculados
egos perpetuos
egos barajados.

Egos católicos
egos paralelos
egos misóginos
egos lentos
egos veteranos
egos embebidos en licor
egos mal habidos
egos tuyos
egos míos.

domingo, 22 de abril de 2012

Sacro estiércol.

Ya no existen los poetas.

Murió la forma
En un charco de hermandad.

Miró incendiarse, Poesía
Una de sus joyas más preciosas
En caída malherida
Robando párpados
Ocultándose entumida.

Aullidos.

Sé como aplastar gusanos con una cuchara,
Y arrancar de la pared los olores a navajazos.
Como devorar tu cadáver a besos
Cumpliendo los deseos del músico borracho.

¿Pero cómo soñar con un cielo vasto y gris,
Y llover, desgraciado, dentro de sus pobres universos?
¿Cómo cosechar el negro aceite en sus entrañas
Y entre ruidos, complacido, sorberlo muy lento?

¿Y cómo fumar las cenizas de sus hermanos
Asaltando sus hermosas convicciones?
Como martillar las pesadillas que te miran desde lejos
Y verte, muriendo de ira, apagar tus explosiones.

¿Cómo no extinguir la compasión hacia mi carne gris
Y destrozar mis huesos de bestia con garrotes?
¿Cómo partir en dos hachazos una fiera como ésta
Y devorarme mascando lentamente los rencores?

Será como recoger las vanidades en el suelo, moribundas
desplomadas, y tomarlas por el cuello y acabarlas.
Y como ver brotar los niños como flores en invierno
De tus codos, en mil oleadas tristes y macabras.

Ensoñación.

Por diez minutos dimitimos...
fuimos diminutos.

Balbuceaste burlona un rato...
entendiste bruscamente.

Reptamos raudos tras las roturas...
postulamos ridiculez.

Cada día caíamos un par de cielos
concluimos caminar.

Fuimos todo fuego en lecho frío...
aunque fugazmente.

Ahora son sólo relatos de susurros
respirando suavemente.

viernes, 20 de abril de 2012

Las gentilezas.


Como si todos los abismos consumieran partes al azar de tu ímpetu y se volvieran hacia mi para escupirlos en deliciosos graznidos de carne ennegrecida; sabor a encías muertas y piel enroscada en la punta de tus dedos, cientos de calles, salvoconductos hormigonados, galerías, bestiarios completos, muertes vivaces y vino en el suelo, yaciendo como sangre insultada de un bastardo austero, postales de ultratumba se ciernen sobre todas tus cabezas, que se afanan: soltando los pedruscos, tapando las nalgas de la virgen, ocultando el estupro y las migas de pan de los bolsillos; reinando en las cavernas de los ojos mudos, las cordilleras de mordiscos, los desiertos más íntimos, laberintos de inocencia desmembrada, de faena perniciosa, las casuchas feas de los muertos y las vidas en harapos de los niños calcinados; no existe olor a muerte, cada vez que miro el cielo veo una nada diferente.

jueves, 19 de abril de 2012

El bosque.

"Hacemos bosque despreocupados
de pechos abiertos, de muslos airosos
con barro entre los dedos de los pies
somos lo corrupto y lo frondoso".

Comprendo, soy dañino
voy y no llego
encuentro abismos de sal
color celeste limpio

abren tus pétalos
ojos nuevos cada vez
amarillos pétalos y al revés

siembro pesadillas en arcadia
me alimenta tu aire
aroma de tal vez
el bosque se hace niebla
busco tus dedos perplejo
muero en el lago
ocre, la bruma lo acuna
siempre esconde algo

mueren mil doncellas
cada vez que te menciono
el astro rey es polvo delicado
el tiempo nos hace llover
sobre nuestros pasos

tus pies son de hueso y lamento
se desarman todas tus ligaduras
miras alegre la faz
la más negra
te entregas

sigo camino del bosque
persigo mis pasos
el sonido de mis brazos
mis ojos se yerguen boreales
y encuentran horizontes que no llegan
y buscan, defenestran

mis ojos preguntan helados
rumbo del hombre recto
mis codos odian a mis manos
el frío tiembla, esqueleto
enterrado blanco, seco
liviano... y cuerdo.

lunes, 9 de abril de 2012

Sempiterno.

La belleza vive en tus muslos
agitar la cabeza a los lados
todas las manos cuelgan
mañana es vértigo insolado
disturbios en tu hipófisis
el tipo feo golpeándote el cuello
la hipocondría, tu encanto hipomaníaco
bajas dos, cinco, nueve escalones
la desidia erradicada
mi voz de ruido blando
chillidos, carnaval de adrenalina
mis ojos de sepia, tus tentáculos
introducción, benzodiazepina
triángulos coartados
estimulación, lobotomía
estragos, entropía
torso desmembrado en las alturas
tus ojos llagados, desventura
mitología psico-terrenal
nuestro infierno torácico-craneal.

jueves, 5 de abril de 2012

No es una antropología.

No vas en el tiempo sin frenos
camino en pies, me detengo
estático desenfreno
hoy tus jardines tienes flores
pero tus árboles ramificados
no te contemplan en la orilla
el otoño no acaba
aún las hojas estorban
y tus codos (ramplones)
te destruyen las rodillas
verás
a través de las ramas desnudas
de tu bosque caduco
que no hay corazón sin colisión
que somos estatuas de fragmentos
lanzados al azar en brea hirviendo
volcada sobre tu delicioso pecho
y rozando tu pezón enervado
somos clavos de espanto
recibiendo flechas de amor salado
somos nervio cegador
fuego entre tus dedos
a alrededor de mi cuello.

lunes, 2 de abril de 2012

Cuestión.

II

             André durmió, finalmente. No por muchas horas, sólo durante las que pudo contenerse, unas cinco horas y media.
            Se despertó en el centro de la habitación, en el centro del suelo contracturado, frío, muy parejo para su espalda de hombre mono carcomido, alopécico, sin ímpetus ni ambiciones ya.
            Se sentó, se descalzó, se tocó los pies y dolieron, se los miró con piedad infinita, como ahogando a un niño. Se volcó a su lado izquierdo torciendo el gesto, se agarró el hombro izquierdo con la mano derecha y las cervicales con la izquierda, se tocó la cara para seguir siendo él mismo, y se observó, tendido, mutilado de sus partes invisibles, recién vuelto de una muerte corta.
            Divagó torpemente, surcó fantasías y recuerdos medio verdaderos, triunfó la incongruencia, la frustración del filósofo sin materia. Volvió en sí, otra vez estaba oscureciendo y lo último en su memoria era haberse sentado en el suelo a descansar, había salido a caminar en la noche, y volvía a pleno sol, casi muerto, cuadras como puñaladas, los pulmones cansados de empujar, los ojos perdidos, y una sensación de estar demasiado liberado, desnudo, en caída libre hacia un abismo cáustico. Lo había conseguido.
            Ahora no quiere preguntarse que fueron esos pasos, sería profano, y esquiva el único espejo, el del baño. Se mira las manos y siguen siendo las suyas, aunque ahora los dedos parezcan moverse, y parezcan querer poner al mundo en pelotas y corromper templos fatuos. Embadurnados en grasa de cerdo, claro, para que el cura no sospeche.
            André estaba bien, pero no lo disfrutaba, seguían ahí los muertos pendientes, las preguntas en tono imposible, apuntándole con sus rostros hermosos. Y el esfuerzo por ignorar esas voces dulces, platónicas, era tan desagradable y desgastante como interrogarse.
            Sumido en sus catacumbas, seguido por delirios y supuestos fantasmales, va entre telas de araña y piedra helada. André no quiere buscar, no quiere preguntarse, por respeto o miedo, o amor, o aversión. Y así se busca y se pregunta cómo, incauto, y no se contesta, se mira, se tantea, se intenta, se aprecia a contraluz, cerrando un poco los ojos, frunciendo el ceño, la boca, corriendo en tiempo prestado, buscando un lado cóncavo y una sombra para esconderse de la memoria.