miércoles, 20 de febrero de 2013

Aŭtuno

Soportar la bestia de ojos chicos
gritando niños, incendiándose.

Los callados pliegues que uno atesora
para esconderse embrutecido.

La cenicienta capa de tiempo
sobrepoblando desiertos en blanco.

Como un toro de mármol cerrar la boca
bufando hasta morir el soplo.

Morir como un templo...
ignorado.

domingo, 17 de febrero de 2013

Nefando.

"Lo que era todo tiene que ser nada." 
"1964", Jorge Luis Borges, del libro "El otro, el mismo".

Abandonamos, no volvimos a mover los muebles y el polvo se acumula. Las patas del sillón marcan la alfombra. Ya no me siento en el jardín cuando el amanecer me alcanza deambulando. Ya no intento traducir tu dulzura, sólo espero a que baje la fiebre de tener que mirarte, de callarme las manos. La lluvia ya no importa, no sé nada del viento, de tu frío. Ya no evitamos la nada, camino hasta mí sombra, sobre mis pasos, ya no somos potencia, pero siempre estamos expectantes, esperando la belleza. Ese mar negro, aterciopelado y tibio, plagado de neblinas y fosas ignoradas.
Me repliego. No nos mira Selene, nunca más. Y no sé cuánto me olvido, de cuando la angustia tenía brazos, y piernas, rostro empapado, y tus ojos. De cuando el silencio no era un abismo, la cara horrible de la nada, de la condena.
Duelen los dientes apretados cuando el silencio es inmolarse.
No puedo olvidarme de cuando las manos en mis bolsillos. Y no quiero sentarme con los días cerrados, indistintos, uniformes, vagos. Pero no sé qué hacer cuando salgo de los libros, nada me espera al final de los párrafos ni al final del último blues. Hace mucho que deje de viajar, que respiro despacio, hace más que se atasca la memoria de mi cara en tu cuello, y que no valen nada las manos que se amontonas en mis hombros.

Algún.

Puedo verte ir y venir por ese pasillo
mil tardes de sol horizontal.
La sombra del pelo largo
castaño en tu espalda desnuda;
la sinuosidad formidable,
las formas adecuadas de la ternura;
con las vetas del sol
y la excepción de tus lunares.
Puedo pasar horas sólo viéndote
ahí estatua de ámbar,
hasta que tu mirada se estrelle
con la mía, víctima
de los rayos  que reflejas,
que ya aventuran
agresivos mi pupila.
Luego esa mano caliente en mi espalda
que me empuja hasta tu cuello,
que a tu boca, que hasta  tu aroma,
al desfiladero llano de tu piel,
con esa muda ansiedad
de mis ojos lascivos.
Y me traslado a la noche,
entro en la oscuridad
como una mano el aceite espeso.
Tu claroscuro de resplandor
rojizo, claro, azulado,
en una sala de cine,
y la pantalla me ve distraído
(inquieto, fraudulento)
entre las cierras de butacas
y entre las pocas cabezas quietas
salpicadas por el panorama
y el paisaje plagado de lineas grises.
Bajar a la playa en la misma noche,
abismo el contraste de las arenas y lo negro
ese otro ajeno del sol
que se esparce desde el cielo,
el aire salado del mar,
los restos muertos en la resaca,
caminar y tu mirada mojada.

lunes, 4 de febrero de 2013

Interrogo.

"(...) el amor a la verdad es algo terrible y violento."1

         Cualquier ser humano es fácil de comprender cuando se atiende a que estamos solos. Todo el tiempo solos y muriendo. El más valiente no arriesga nada en realidad, y el más cobarde no se salva de nada. Pero nos sujetan al las sillas, a los cinturones y a la roca, las más absurdas consideraciones, el miedo a la nada, la verdad aberrante; la razón es un bello y hermético baile que nos gusta bailar, pero ¿por qué bailar? ¿por qué no dejarnos llevar en andas por la inmundicia alucinatoria? no hay razón para la razón, no es mejor, no es más perfecta, ¿y qué son, en todo caso? ¿razones estéticas? Bailamos la razón sin embargo y militantes, pero corre la locura, la enfermedad, la embriaguez, lo profano atrás de ese telón; la irracionalidad es esa mujer perversa y peligrosa que todos queremos besar y fornicar, con la que se no hace horrible charlar, como si fuera nuestra mala madre legítima. Aunque sin duda lo que más desencanto puede traer al hombre que esté dispuesto a desgarrar todo su ser en el nombre más absurdo jamás conjurado -el de la verdad-, es que las butacas están absolutamente vacías; juguemos a la cuarta pared o no,  no hay saciedad para el deseo exhibicionista que nos lleva a conquistar el universo, no hay un padre alentador que superar y asesinar; más allá del borde de nuestro hostil escenario, no hay más que una nada helada y oscura, desprovista, lo que hay es una falta. "¡El horizonte infinito está repleto de posibilidades!", no es un horizonte, amigos, es una cornisa, y adivinamos escalones en la nada. Necesitamos la ilusión, necesitamos el control para calmar los gritos, no importa lo que esperes más allá de ese escalón que nadie adivina... la fiebre siempre gana al final. Pero ¿por qué habría de arrancarles la esperanza tanta libertad? Porque la libertad es desamparo.


1. (Friedrich Nietzsche de "Schopenhauer como educador" - "tercera consideración intempestiva" Traducción de Luis Moreno Claros Publicada en Madrid, en septiembre de 1999 por Valdemar.)