viernes, 24 de febrero de 2012

Orden.

Gorilas emplumados
de terribles plumas negras
de nudillos helicoidales
que navegan elipses de horror

ciudad plagada de humo verde
y polvo azul de acero mortífero
salvoconductos venosos
y embolias morales

hombres entrajados muertos
cuando el plomo se aloja
cuando los disparos cesan
y todo calla y todo hela

gruñidos cavernosos
en el monte de las normas
en la cumbre del orden
en el estropicio más humano.

miércoles, 22 de febrero de 2012

Memoria.

¿Y por qué no se digna, señor, a morir de repente, en privado o vergonzosamente? Mírese: Asquerosamente humano. Un tipo feliz, qué descaro. Mírese, hágase pagar, como aquel tipo y esa golpista que le puso a usted esa sonrisa en la cara ¿se acuerda? ‎...al cabo de ocho gotas de sangre en mi alfombra, les eché a patadas. ¿No se acuerda? No, la amnesia es un ansiolítico fiable. Yo sé de memoria, pregúntale a ella, la que baila con el tipo idiota, el tercero de la derecha. Como si hubiese sido ayer... Sus ojos se congelaron en mi boca, se intimidó, se miró las manos casi cerradas, se volvió torpe por unas fracciones de segundo, tuvo tan poca gracia como yo y se quedó en blanco... entonces lo supe. Pero yo no dude, no titubeé ni por un segundo, ejecuté el acto culmine como un cirujano, asesine esa esperanza con sadismo helado, la única sensata, la única jamás escrita.

jueves, 16 de febrero de 2012

La caverna.

   Todavía te rondan las pesadillas de aquel viejo deshecho. Se te pegaron como costras de penurias ajenas. Todos los días te descubren absorto, y sin despertar del todo, miras al mundo, esa enorme caverna, cuya enormidad se adivina sólo en el sonido de esa gota que golpea el charco cada dos latidos y medio.
   Por encima entra hiriendo la negrura un haz de luz muy tenue, finísimo y plateado, transparente o color alba, atrevido y debilucho que no logra posarse en nada. Pero que deja escuchar una flauta lenta, la más triste, blanquecina como ese haz y tan prescindible como preciosa, como risas de niños hace años, como cualquier cosa clandestina que, a escondidas, es un tesoro inalienable, como las pelusas con polvo que se acumulan donde nadie mira. Como todas esas cosas que se gestan subcutáneas, como el espejo que un día te increpa adulto, en ese infinito cosmos negro, en tus propias catacumbas. Y tú, laberinto de tapias, miras desde el fondo de ti mismo, impávido, esa luz que te convence y que te mece en la esperanza, y en el lóbrego aire muerto de tu propio desconcierto, de tu órbita excéntrica, de tu patrón anómalo. Así andas en la caverna, de rodillas, a tientas, dando la cara en las rocas afiladas, desprendiendo sudor y monstruos de tu piel, conociendo tu mundo con la cara, con las manos, los pies y las rodillas sangradas.

Los hecatónquiros.

No se alarme, pero todos somos hecatónquiros. Fíjese, mírelo, mírelo a los ojos, sí, a todos esos ojos. Con los ojos péselo y mídalo, sienta como se mueve crepitante con tenor de alimaña. Sí, es horroroso, y el parecido... perturba. Piénselo bien, todas esas cosas que elegir hacer. Entre esas cien cosas, las que deben hacerse, y, muchas menos, las que quiere hacer. Mírelo, y piense... ¡cuántas pulsiones por cabeza! todas esas fijaciones y esos ideales, si es que hay alguna diferencia. No deje de mirarlo, porque nos mira a todos, nos mira y pesa con los ojos, siente como pulsa la carne. Todas esas direcciones, pero al fin y al cabo, abajo del rabo hay solo dos piernas, fornidas, con dos pies, sucios. Una sola dirección en la que finalmente se va.

lunes, 13 de febrero de 2012

Lo escrito queda.

Hay fetos en los columpios
y un aire extraño que zumba
cortado entre las columnas
desde hace años
la hipótesis masturbatória
de tu vagina precoz
daba leña y oxigeno
a las chispas mojadas
sin fuego y sin cenizas quedadas
hoy siento en el viento caliente
olor de las mil porquerías 
que le escribí a tu rostro
rostro de un mar cubierto de resaca
abominable mar negro
como las ruinas de tus ojos
encharcado como tus memorias
alzheimer de ojos lechosos
acuarelas turbias y difusas
revuelto caoba o carmín
basura de aquellos años.

Dibujos.

El morfema equivocado
rompe la pluma
atraviesa los dedos
rompe las uñas
trueno de huesos
dibuja el veneno
de un solo trazo
en un sólo hueco.

***
Luz dura:

y la luz matutina
dibuja en mis ojos
de plena vela terminal
la hermosa roja sonrisa
de duros claveles al sol
de la dama en cuclillas
de labios punzó.

***
El amigo muerto:

ese jueves de lluvia
me vi ilustrado en sus ojos
ojos de muerto en el baldío
de boca abierta 
con moscas, sin lengua
y su chaleco abotonado 
entre las puñaladas
con aquella especie
de sonrisa tácita.

sábado, 4 de febrero de 2012

Desiertos coagulados.

Las ciudades de arena roja
piden a gritos tus entrañas
reclaman tus fluidos oculares
el horror seco de tus huesos

***

vahos de carne evaporada por las balas
balidos de cabra faenada
el penetrante olor a muchedumbre
fruta del mercado y podredumbre
a especias y sangre polvorienta
los gritos, el tumulto, las túnicas
las excreciones del callejón
los camellos, el hervor 
Ellos empuñando leche negra
mientras aquellos la queman

***

durante los días la parca desdentada
pobre, desnutrida parca
reclama una pieza de carne muerta
se abre la puerta de madera grasienta
gime corrompida ante el podrido manjar
arena y coágulos
inmundicias diminutas en un basto mar

pero en la noche helada
la dama gana 
desfila entre el barro erigido
ponzoña reptil que desliza 
de a uno los cuerpos lentos
succiona dulce licor sin aliento
calor que se fue de la carne apagada
perdida en la arena, hierba segada

***

amplios horizontes de adenios
que se repliegan a cada uno de tus pasos
que vibran a la caída de cada una de tus gotas
desiertos rojos al ocaso más lento
llega la oscuridad en ruido blanco
susurro amenazador de la arena
no hay figuras en que posarse
pupilas titilando en la tajante brisa helada
dedos desesperando la madrugada

***

Las plumas negras
riegan los contornos
las rocas desnudas
hielo entre tus huesos
delicadas protuberancias
las venas calcificadas
los nervios chamuscados
diez mil  horizontes áridos
en tus ojos ramificados.