Me estremece la textura de la cuchilla
abrasando tu piel,
tersa como las nubes en primavera,
suave, algodonada.
La cuchilla finísima, helada.
No puedo imaginarla,
y tu esperanza se estremece más
mirando fijo a la nada
Ella lo advierte: es infundada.
Y yo con mis objeciones
no puedo dejar de evitar
esa pulsión que me lleva
que me empuja siniestra
a esa boca tuya
a ese gesto tuyo
que lejos me hace nulo
flaco y sin sentido
sin razón, sin alivio.
esos rincones que me acorralan
abismos que me arranca quejidos
gemidos de animal herido
dictando sentencia
culpable de mi propia carencia.
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