lunes, 19 de septiembre de 2011

I.

Ahora
adoro hasta tus carraspeos,
tus ojos me martillan,
sólo tus ojos brillan,
y en tu cara
a la luz de mi sombra,
cientos de lunas
no me nombran.

Ahora
entiendo a los hombres muertos,
a los que se cortan las orejas,
los que se arrancan los ojos,
que cercenan su lengua,
y más que nunca
a los que se cuelgan.

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