Erase una vez, cuando el mundo era más hermoso y tranquilo. Y se cortaba el dedo que se movía, y se extraía lo disfuncional. En aquel campo yermo rebosante de temor, en esa tranquila y suave lluvia de azotes en las nalgas, entre los bigotes que blandían cinturones, padres bastardos de sus propios hijos, cometiendo en las bellas noches de verano, bajo los más frondosos olivos, las más pulcras y finas violaciones, los más sublimes y admirables abusos. Oh, en aquellos magníficos tiempos de guerra, cuando el hombre aún cometía y reincidía en las buenas costumbres; cubría el orbe de esplendorosa podredumbre y paseaba chapoteando las botas en la mierda, y era público en el cadalso, la horca: los pies en péndulo, la irónica eyaculación; así era entonces, cuando el hombre más se amaba.
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