miércoles, 9 de noviembre de 2011

Se desborda el sumidero.

Tener todas las respuestas que no tienen pregunta, la cabeza cual manzana colgando del árbol. Caminar en círculos, mejor en espiral como dolor de testículos. Las personas más valientes evitan respirar, porque las más cobardes podrían escuchar y arrancarles el cráneo, usurparlo, como cangrejos ermitaños. Esto es sonreír hasta morderse las orejas. Es la sensación frente a la muerta amarilla, es un alivio, un regocijo, su muerte. Y esperaba más ruido, aunque no hubiera nueces. Como esperabas más semen aunque no hubiera niños. ¿Para qué disfrazarse de llama infernal si en el incendio todos mueren dormidos? Abordo, alguien hizo una broma y todos vomitaron, -¡A la carghaaaaa!- estalló un chorro de caldo digestivo, de un momento a otro la fiesta se fue por el puto caño, y para no volver. -Que les den- grito el dueño de casa, pero los omóplatos no cesaron de moverse y las arcadas no callaron. Las ensaladas de ayer platinaron, regadas por el suelo, el reflejo de la luna en la que nos embarcamos, todos ebrios, en la travesía de morir de angustia fingida. Mienten todos los manuscritos, las manos mienten. Los dedos, infinitos, hurgan narices y arrancan, nada tímidos, a la puta sus vestidos. Todos los dioses odian, no pueden llamar al oficial sin escupir sus maldiciones. Porque los culos cagan, sé que nada es perfecto. Las señoras que caminan por la calle también tienen órganos sexuales, aunque no quieras pensarlo, y aunque por eso te sientas depravado, enfermo, las imágenes hostigan tu imaginación furtiva... y las hermosas jovenzuelas serán madres, y un bebé enorme saldrá por su rosada, suave, fresca, tibia, húmeda y tersa vagina; y aunque muy luego de tu turno, el muy cerdo la desgarra, y el doctor: -¡bisturí!... sólo cortaremos dos centímetros-. Un joven estudiante excitado se sentirá enfermo, vomitará, pero en la noche vomitara esperma su cíclope. Tu rostro de mujer se estremeció, lo conozco. No me engañas, tus dedos huelen a intestino grueso, y no al tuyo, -rómpeme el culo, querida- le escuchaste decir al hombre de tu vida. Los culos: Oh, que síntoma de vida su trinar, que buen rasgo su espesor, su curvada faz. Ah, los culos, de cuántos colores, ¡y los sabores!, culos robustos, culos tristes: encantadores. Tras los culos corren, tras los culos mueren, para culos viven, y los culos duelen.

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