I. El deber.
De pronto un sol extranjero
hace cundir un sopor más que ajeno,
y una muchedumbre perpleja es arrasada.
Los dioses observan,
enormes estatuas que se elevan,
catacumbas de pesados párpados,
aberrantes cúmulos de fe ciega,
lineas rectas hacia el zenit
y suntuosos cantos lóbregos.
II. El deseo.
Se arrastra en esa noche tibia,
por la mugre de rincón en rincón,
se esconde con todos la lascivia,
la lujuria nos desquicia,
desprendiendo mocos y bramidos.
Hace presa de entregados
y víctima de rendidos,
qué furtiva omnipresencia
que incendia terciopelos y bultos
de roja incandescencia.
III. La paciencia.
Cuando la lluvia cae,
guarecen hasta los muertos,
los señores se miden con lunáticos,
verosímiles y fanáticos,
cuando la lluvia cae todos esperan
cuando llueve un todo especta
ninguno aventura, nadie atreve,
el mundo estará descalzo en una cueva
todo esto mientras llueve.
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