Los
Ojos
Lo ven
Todo
Y
Sospechan siempre de
Las manos
ajenas que
Hoy tanto como ayer son
Las carnes enemigas. En
Las que confías aún
Más que en
las propias y en
la propia vileza que
No asombra
jamás sino
A quién destripa
Sino a quién lanza
Largos gritos
A su verdugo
Que indolente
Jamás responde
Nunca libera
Sino al cadáver
De la víctima
Ya inmune. Helado.
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