Yo voy hacia el resplandor del horizonte, allá, bajo las nubes teñidas de noche.
En Versalles compran chatarra, en Versalles 685.
El viento frío y obligado de este mar a medias, marrón, austero y dulce.
La joven bonita se sacude el polvo blanco, angelical, suelta un tierno eructo y sonríe despreocupada, como si el mundo la ignorara.
Insomnio y temblor de motor en los pies.
La señora no ve nada, sus manos ven reuma y sus piernas hematomas, la señora no se ha ido, y no sé por qué.
La condensación en la cubierta y las estrellas que giran con el horizonte, plagado de puntos luminosos que parpadean rojos y verdes y taciturnos.
En algún lugar alguien no sabe que te ha visto, sólo una vez, sólo un segundo, no corro esa suerte, camino otro tramo.
Los niños bailan, corren y se caen de culo, pero no entienden por qué creemos que duele.
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