miércoles, 3 de octubre de 2012

Entérico.

Las semillas de los álamos
en los hombros sin hombreras
y el sol en la solapa tranquila.

Aroma tan fresco
después del viento violento
olor de enormes fosas nasales,
de claror en los omóplatos
y de carnes abiertas de pino.

Bocanadas de aire
y humo cerúleo seductor.

Burbujas de saliva
que le bajan por la espina,
y rodeándole la pierna,
le suben por la rodilla
y le rosan los muslos
que deliran prados incendiados
y un otoño de manos muertas.

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