martes, 24 de julio de 2012

No diga nada.

       Siempre tuve el mismo problema con las puestas de sol, ni así mis ojos soportan al sol, sólo puedo ver los alrededores del cielo, los naranjas, las nubes salmón, sentir el frío que entra como manos blancas en lo tibio, puedo ver todos los colores, o eso creyó el tipo del examen con aquél aparato.
       Siempre odié profundamente los paraguas. ¿Qué puede hacer la lluvia en nuestra contra? ¿Creen realmente que ese artefacto de laminas metálicas plegadas y plástico tejido podría parar al agua si verdaderamente se pusiera en nuestra contra? Los paraguas no son para el agua, nunca me creí el cuento, sé que tratan de cegarme -¡Señora! Más cuidado...- lo intentan cada vez que llueve.
       Siempre me molesto la afectividad fraterna. No la entiendo, lo que no implica no saber sostenerla, es un medio paso trancado que no deja nunca de ser extraño, excepto cuando deja de importar o cuando se concluye el paso y pasa a tener forma de amor tranquilo, sabido. Esa tácita reciprocidad que lo precede no tiene de dónde sostenerse, ¿qué puede tener de tácito un querer?
       Siempre vi los tobillos de las personas al caminar, y es muy difícil tratar de verlos, uno a uno, cada vez que un pie se posa en el suelo. Me acuerdo ahora de ella, a contra luz de un crepúsculo, los pies separados por el ancho de los hombros, las manos con dedos enredadas sobre los glúteos, moviendo un poco la rodilla derecha, el pelo a la altura de los codos, por supuesto que cubre los hombros, esa figura oscura y despreocupada por delante del crepúsculo... pero sobre todo los pies separados por el ancho de los hombros, por alguna razón eso me fascina.
       Siempre supe que no hay dos manos iguales, no hay nada, nunca hubo algo como lo igual, es simplemente torpe pretender identidad. No me parezco a mi mismo de una semana a la otra, ¿cómo podría enunciar yo he sin titubear? sería una imprecisión, lo saben bien. En todo caso la precisión es mucho más nula que la identidad, por lo tanto no diga nada, será algo viejo cuando lo diga.
       Todo muere, señora, se lo dije hace tiempo.

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