viernes, 20 de abril de 2012
Las gentilezas.
Como si todos los abismos consumieran partes al azar de tu ímpetu y se volvieran hacia mi para escupirlos en deliciosos graznidos de carne ennegrecida; sabor a encías muertas y piel enroscada en la punta de tus dedos, cientos de calles, salvoconductos hormigonados, galerías, bestiarios completos, muertes vivaces y vino en el suelo, yaciendo como sangre insultada de un bastardo austero, postales de ultratumba se ciernen sobre todas tus cabezas, que se afanan: soltando los pedruscos, tapando las nalgas de la virgen, ocultando el estupro y las migas de pan de los bolsillos; reinando en las cavernas de los ojos mudos, las cordilleras de mordiscos, los desiertos más íntimos, laberintos de inocencia desmembrada, de faena perniciosa, las casuchas feas de los muertos y las vidas en harapos de los niños calcinados; no existe olor a muerte, cada vez que miro el cielo veo una nada diferente.
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