miércoles, 27 de abril de 2011

Acaecer

Siempre admiré atentamente
la enorme dignidad
y el encanto de las cosas raídas
y el lamento del piano por los tejados
de las casa abandonadas
y el viento que las atraviesa sin más
y la lluvia, que muy dueña de si,
las lava, desnuda y empapa
sin vidrios que empañar.

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