No, ahora no.
Después del alcohol,
cuando el vaso dé en la mesa
el golpe sordo de la condena
y cuando el piso dé en mi cabeza
maltrecho por el delirio febril,
y el sudor y la nausea,
la inconsistencia del discurso,
las miradas lanzadas al azar,
las vueltas en el suelo,
el mareo y los tumbos.
En ese momento pregúntame:
si soy feliz, qué quiero,
de donde vengo,
a donde voy,
y por supuesto
quién carajo soy.
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