lunes, 26 de abril de 2010

Condena

Nos recuerdo estallar en sintonía con nuestra nebulosa, y al instante, el choque disléxico, desencontrado y vacilante... nos perdimos en la mecánica del exterior, en los espejos mentirosos y las palabras vacías. Se nos pudrieron las alas de tanto revolcarnos, de tanta vehemencia, el desinterés de nuestro reptar escupió en la cara a nuestros sueños, ni un momento dudaron antes de hundirse en la amnesia. La toxica patraña de los caprichos nos llevó bajo la tierra, donde duermen los cadáveres sin esperanzas, mudos quedaron tus ojos, por más que los alaridos de tu boca hicieran gemir la hierva sobre nosotros. Miserables, sin lujuria ni alegrías, nos quedamos grises, y la vida, silbando, se fue lejos, frente a nuestras caras heladas de remordimiento. La desidia nos metió en este lugar sin flores, sin colores ni sabores, la sola crudeza de ser nos acompaña, y lo hará hasta que el abismo consuma el insípido rastro de nuestros huesos.
Cuando se apague nuestra carne muerta, volverán las aves a cantar.

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