A veces me duele tanto la cabeza
que tiene la densidad de una estrella de neutrones.
Y me da la sensación,
-me ataca la certeza con un palo-,
de que no es mi cuerpo que la sostiene
-evitando que se precipite hacia el centro de la tierra-
sino que controlo,
de alguna manera,
la distancia que guarda con el planeta
-el cual orbita a escaso metro y pico de distancia-
creando la ilusión de ser sostenida por mi cuerpo,
que en realidad apenas cuelga de ella.
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