jueves, 14 de junio de 2012

Anatomía de la distracción.

        La epistemología en la mesa, luego Freud socarrón macabro y Watson poligonal. El café más negro de tu vida y del otro lado del mundo de esta sala: los cuadernos viejos de mi padre, hojas amarillas y birome azul en esa caligrafía impecable de los años setenta; cámaras de fotos del sesenta y pico, una gorra de veterano marrón a cuadros, tubo de ensayo relleno de botones de colores, mil veintinueve cachivaches con historia própia, figuritas de hace treinta años y revistas de la infancia de mis tíos, la papelera vacía y mi bajo esperando, las películas de Chaplin y un reloj a cuerda que ya no funciona (porque tuve que destriparlo). Navajas de afeitar, encendedor, un candado roto y un casquillo de nueve milímetros, rulemanes, ungüentos milenarios, tubinos de hilo rojo, blanco y negro, un cuentagotas, un soldadito de plástico, dos clavos, las llaves de las mil puertas que contienen esta sala. Libros en las estanterías, en mi mesa de luz otros tantos, en la mesa del centro de la sala, en el sillón que uso como depósito, los hilos con los que juega ese gato negro que duerme en mi falda, que debe preguntarse por qué tanto ruido con esas teclas, mis negativos archivados en otro estante, perfumes que nunca usé, que a veces uso, que se terminaron, mi antigua mamadera de vidrio (de las que no hay más) diccionarios, español, ingles, filosofía (idioma extraño si los hay), francés... el de alemán no, es muy chico y prefiero llevarlo en el bolso, como cruzar la calle de la mano... mil enciclopedias de mi infancia fiduciaria, ese casco rojo que ganó mi madre en una rifa, siendo que no existe ocasión alguna en la que pueda ser usado por integrantes de este hogar... kilos de papel, cientos de acres de bosque masacrado en mi favor, pelotitas de goma, mi camisa a cuadros, una tuerca y un pincel, fotocopias, libros de verdad, la mesa otra vez, los mil discos compactos de vez en cuando husmeo en busca de infancia, las fotos de mi viejo, las pinturas del amigo, ¡y los vinilos! hurra por ellos... el de Totem me mira desde arriba del toca discos que nació antes que yo... los otros discos negros ahí escondidos bajo el papel de regalo marrón, con detalles de ramitas, con esa lámpara encima que siempre se cae... , con algunos álbumes de fotos rodeándolo todo... los cassettes en los estantes y en las bolsas de papel marrón, por miles, algunos comprados, otros copiados y otra vez la birome azul... los sillones de siempre, de toda la vida, las flores de plástico que siempre odie, caracoles, piedras y restos de cangrejos, todo en frascos, desde las playas de quién sabe dónde, y más libros, y revistas y diarios, y eso que hizo pedazos el perro, y los hilos con los que juega el gato negro, este que ya no duerme, que salta como si estuviesen en guerra sus patas entre sí.
        Otra vez el Inconsciente y la obligación, y mañana hay que saber, y cuantificarán mi sabiduría, y seré número y concepto, y seré una historia suprimida en un signo, una sombra de tinta... y me brotará una explicación gestual de pedir perdón y pensaré mandar al carajo todo y no hacerlo y patalear carne adentro... hasta que vuelva a esta sala y este gato negro me reciba abrazándome las piernas con garras animosas, y todo sea mis libros y mis cosas y mi aroma y mi cueva cálida... mientras, dejándose oscurecer otra vez, pueda ser martes sin que importe, y que el almanaque se aburra de tironearme del cuello de la camisa, por que no soy el de ayer, soy su hijo malogrado, parido en sueños que jamás recuerdo, en esas noches que a gatas duermo, en las que perfectamente podría estar muerto.

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