Menciono que estoy muriendo,
y por eso fallezco,
y repito que el diablo
-elaborado y frenético-
es un filántropo macabro.
Me sumerjo nauseabundo,
como impulsado por un deseo crustáceo,
con esa densa delicadeza
de acarrear verdades últimas,
de un dios ya putrefacto.
Voy molido, convertido en carne pobre
-plomiza plaga de la claridad-
y ese todo espeluznante en la mirada.
Amnesia ya de la noche excitada
atascadero de aquella torpeza
del deseo a saco, agolpado
que tiembla de espesor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario